Siempre soñé con ser mamá. Siempre. Desde chiquita. Y cuando me convertí en mamá por primera vez, hace quince meses, me di cuenta, al pasar el tiempo, que una (o al menos yo), tiene a la maternidad idealizada.
Y es que a veces el cansancio me puede y el mal humor también, y entre los “te amo, mi bebé precioso”, a veces también se me escapa un: “Basta! Eso no!, me tenés cansada”. Y a los 5 minutos me siento la peor del mundo; más de una vez lloro a escondidas. Y él me encuentra y me regala sus sonrisas despreocupadas y sin rencores.
Como mamá puedo ser muy dulce pero también muy gritona y mandona. Y por ahora, al menos por ahora, él me acepta así y aún después de un reto, un grito, viene hacia mí con su dulce vocecita diciendo: “mamáaa”; como tratando de decir: “ya está, no te enojes, mejor juguemos”. Pero la culpa te queda y le pido perdón mirándolo a los ojos y él sigue sonriendo y canta su canción preferida en su idioma, con esas primeras palabritas que ya se asoman.
Sólo sé que lo amo, pero a veces ese amor no alcanza, a veces mi cansancio y mi agotamiento me ganan, mi mal humor me traiciona, pero después me doy cuenta que él no tiene la culpa.
Es hermoso ser mamá, sí, no lo dudo! Es difícil, no voy a negarlo; pero siempre hay algo reconfortante (muchas cosas) en el día, que borran todo lo otro.
Ojalá el paso del tiempo me enseñe a ser más paciente, como vos, que me soportás en mis peores días y siempre me invitás a jugar y a hacernos mimos y bailar.
Perdón por ser como soy y gracias por aceptarme así.
Te amo para siempre, mamá.
Te amo para siempre, mamá.
Autora: Georgi Corn.
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